Perú sigue concediendo permisos para pesticidas prohibidos en Europa
Un trapo de tela desgastado era la única protección que llevaba un joven Lorgio Ñaupas durante sus primeros años echando pesticidas en unos campos de algodón. Décadas más tarde, al recordar esos días, se le vienen a la mente momentos no tan agradables.
“Una vez casi me muero. Estuve fumigando toda la semana y tuve dolor de cabeza y vómitos”, cuenta quien ahora a los 57 años se dedica a la agroecología en el Valle de Chillón, al norte de Lima. También recuerda cuando accidentalmente el pesticida paraquat le cayó en la pierna de unos de sus hijos, ocasionándole una herida profunda y una cicatriz que sigue hasta el día de hoy.
Luego de esas malas experiencias, Lorgio Ñaupas aprendió que los pesticidas peligrosos no son solo un potente veneno para las plagas y malezas, sino también son sustancias químicas que dañan la salud y la tierra. Por ello, ahora se dedica a la agroecología, una práctica más sostenible que promueve la reducción del uso de pesticidas.